lunes, 13 de abril de 2009

AMANECE AL FIN.


Sigo buscando objetivos, ideas, personas que me ayuden a vivir. Pido ayuda y quizá no me dejo ayudar.
Quizá nadie sepa muy bien cómo dar respuestas a sus propias dudas. Si nos mostráramos auténticamente como somos, todo el montaje se derrumbaría estrepitosamente, seríamos más solidarios al vernos reflejados en nuestros semejantes, de modo que nos resultaría imposible aprovecharnos y hacer daño a los demás.
Me siento vulnerable, limitada. No me gusta que me vean así. No quiero que nadie cargue con mi cruz. Pero me siento incapaz de avanzar sola.
Las consecuencias del atropello de aquel miércoles se han quedado grabadas en cada célula, en cada neurona, en cada hueso, en cada tendón, en cada músculo de mi cuerpo.
El brazo derecho me recuerda desde aquel 4 de febrero y durante 24 horas al día que mi vida es finita, es difícil, es dolorosa y puede llegar a serlo aún más. Las acciones cotidianas más sencillas se vuelven una odisea.
Siento que la pérdida es una constante en mi vida:
Amores, amigos, familia, trabajos, domicilios, expectativas, alegría, facultades, resistencia. No voy a maquillar mis pensamientos. Ya sé que el truco es precisamente pensar en lo que tengo y no en lo que me falta...Aprendo lo que es el desapego. La pérdida se convierte en ganancia.
La lucha interior es implacable y no admite medias tintas ni florituras.
Me escondo. Mi instinto de superación me obliga a buscar soluciones. Me reprimo. Mis sentimientos no son correspondidos. Mis buenas intenciones se estrellan ante la falta de expectativas y de mejora. Claro que enfocándolo de otro modo, ahora tengo más recursos internos y más temple para afrontar los inconvenientes.
He rozado la desesperación más absoluta y he alcanzado en algunos momentos una serenidad inaudita. Me he vuelto tan humilde, callada, pequeña, cautelosa...
¿Cómo puedo estar así viendo la maravilla de la vida de cada día? ¿Acaso no he superado circunstancias muchísimo más difíciles en el pasado?
Mira el Sol, Celia...
Pase lo que pase, sale para todos...se lo merezcan o no. La clave está en la aceptación y en la capacidad de adaptación.
La esperanza no está en crisis. La Amistad no se compra. Un hogar no se improvisa.

No estoy escribiendo para que este texto quede bonito. Desnudar el Alma es arriesgado.
Sigo encontrando lecturas que me animan. José Luis Martín Descalzo me hace reflexionar:

“Cuando Angulimal se propuso matar a Buda, éste le dijo al bandido:

-Antes de matarme, ayúdame a cumplir un último deseo: Corta, por favor, una rama de ese árbol.

Con un certero golpe de espada, Angulimal hizo lo que le pedía Buda.

-Y ahora, vuelve a ponerla en el árbol para que siga floreciendo –añadió.
-Debes de estar loco si piensas que eso es posible–respondió Angulimal.
-Al contrario –aseguró Buda- el loco eres tú que te crees poderoso porque puedes herir y destruir. Eso es cosa de niños. Lo sabe hacer cualquiera. El verdaderamente poderoso es el que sabe crear y curar.”

CREAR Y CURAR es la auténtica rebeldía.
Rebelarse para destruir es lo más fácil del mundo; decir “esto no me gusta”, “esto hay que cambiarlo” es sencillísimo, lo peliagudo es saber por qué lo cambiamos, qué construimos en su lugar.
Destruir el mundo, arrasar lo que no nos gusta, elaborar grandes proyectos, gritar contra el mal, eso es como un niño que se cree rebelde y poderoso porque en la playa desmorona un castillo de arena de una patada.
Las rebeldías que el mundo necesita son las que crean, curan, ayudan, alivian, mejoran, alimentan a la humanidad. Los demás, los que se quedan en sueños y palabras, los que son muy agudos criticando, los que sólo saben lo que quieren destruir, son simples rebeldes de pacotilla.

Quizá ha llegado el momento. Perdido todo, imposible perder más.
Ahora he de aprender la lección de una vez:

Cito a Thich Nhat Hanl:

“Si tu casa se está incendiando, lo más importante es apagar el fuego y no correr detrás del que la incendió, porque si lo haces, tu casa se incendiará.
Cuando estés enojado, si sigues relacionándote o discutiendo con la otra persona, si intentas castigarla, estás actuando exactamente igual a como alguien que persigue al pirómano mientras la casa arde.”

Calmar la ira se consigue con energía positiva.
La basura de la ira puede abonar nuestra compasión y comprensión; igual que el lodo del lago abona el nenúfar que nos regala su belleza y sus singulares flores.

Fragmentos escogidos de “When Things Fall Apart”

“CUANDO TODO SE DERRUMBA” de Pema Chödron.

Tenemos necesidad de “maitri” (bondad amorosa hacia un@ mism@) y el desarrollo de una actitud compasivamente intrépida hacia nuestro propio dolor y el de otros.

El miedo es la reacción natural al acercarse a la verdad.

No podemos estar en el mundo presente y al mismo tiempo planificar nuestra vida.

Cuando seas buena amiga de ti misma, tu situación también se volverá más amistosa.

Sólo en la medida en que nos exponemos a la aniquilación una y otra vez podemos hallar en nosotr@s aquello que es indestructible.

Cuando vivimos una gran decepción, no sabemos si ahí se acaba la historia; también podría ser el principio de una gran aventura.

Definitivamente, hay algo tierno y palpitante en la sensación de no tener dónde agarrarse. Es una especie de prueba, el tipo de prueba que necesitan l@s guerrer@s espirituales para despertar sus corazones.

El amor a la verdad te pone en el sitio.

Pensar que podemos encontrar placeres duraderos y evitar el dolor es lo que en Budismo se llama “samsara”, un ciclo sin salida que da vueltas y vueltas interminablemente y nos causa un gran sufrimiento.
El sufrimiento es inevitable para los seres humanos mientras pensemos que las cosas son duraderas, que no se desintegran, que podemos contar con ellas para satisfacer nuestra necesidad de seguridad. Desde este punto de vista, la única vez que podemos estar plenamente seguros de lo que está ocurriendo es cuando nos quitan la alfombra de debajo de los pies y no encontramos dónde aterrizar.
Podemos emplear estas situaciones para despertar o para echarnos a dormir. Este momento y en este mismo instante sin base a la que aferrarse es la semilla para cuidar de aquellos que necesitan nuestros cuidados y para descubrir nuestra bondad.
Cuando aceptamos la desaprobación, estamos practicando la desaprobación; cuando aceptamos la rudeza, estamos siendo rudos. Es muy triste que nos hayamos hecho expertos en hacernos daño a nosotros mismos y a los demás. El truco, en este caso, consiste en practicar la suavidad y en saber soltar.

La impermanencia es un principio de armonía. Nuestro sufrimiento está muy basado en el miedo a la impermanencia. El placer y el dolor van unidos. Muchas culturas celebran ceremonias para señalar las transiciones de la vida. Todo lo que acaba, también es el principio de otra cosa. El dolor no es un castigo y el placer no es un premio. Las desgracias nos hacen humildes. La gloria de nuestra inspiración nos conecta con la sacralidad del mundo.
Cuando el tablero se gira y nos sentimos desgraciados, esa experiencia nos suaviza, madura nuestros corazones y se convierte en una base que nos permite comprender a los demás.
La ausencia de ego es lo mismo que bondad básica o naturaleza de Buda; es nuestro ser incondicional. Es lo que siempre tenemos y nunca llegamos a perder. La ausencia de ego es un estado mental que confía plenamente en la sacralidad del mundo. Es el bienestar incondicional, la alegría incondicional que incluye a todas las demás cualidades de nuestra experiencia.
EL SENDERO ES LA META.

La magia del perdón puede convertir nuestros heridas en sabiduría.
Todos cometemos errores, pero cuando aprendemos de ellos se convierten en nuestra redención.
Al perdonarnos a nosotr@s mism@s por lo que hayamos hecho, estamos celebrando aquello en lo que nos hemos convertido.

La acción no es agitación ni dispersión. ¿Estás demasiado ocupad@ para vivir?
Amanece al fin.
¿Has visto salir el Sol esta mañana?