miércoles, 1 de septiembre de 2010

ARTE POÉTICA. Mª Elena Walsh


Rarísima, desesperada
complicidad de los papeles.
Es muy lindo decir naranja,
pero la tinta cómo duele.
Cuánta fatalidad nos hace falta.
Yo no sé cómo hay gente que se atreve.

Me olvidaría de vivir
pero aprendí cómo se muere:
clavándose una lapicera
en el amor a la intemperie,
o resbalándose memoria abajo,
sin paliativos, infinitamente.

Y me pregunto para qué.
No hay apariencia que conteste.
Al fin y al cabo me pondría
a hacer espuma con laureles
y cambiaría la posteridad
por una basurita, por un peine.

Hace tiempo que tengo ganas
de decírselo a mucha gente:
sepan que callo de certeza
y que fallezco de obediente,
y que no tengo la menor idea
y que me desespero para siempre.

Cuánto más cómodo sería
imaginar entre los peces,
disimular como el rocío
todo delito transparente,
colaborar con intachables piedras
o llamar por teléfono, o que espere.

Hasta cuándo podré durar
en un empleo tan urgente,
tan frágil, sin escapatoria,
escarbando lo que sucede
en zonas sumergidas donde todo
se quiere arrepentir, pero no puede.

La verdad es que soy testigo
de festividades solemnes,
que padezco una colección
de musicales intereses,
que ríos y manzanas me autorizan
y estoy a cargo del color celeste.

Pensar que no sabremos nunca
qué pasa dentro de las nueces.
No me pregunten. Con locura
y con el permiso de ustedes
me voy a agonizar otro poquito
con las palabras. Hasta que me lleven.

RITUAL MATINAL DE UN AGOSTADOR MES


El rito matinal se inicia
antes de salir el sol:
abro los ojos y respiro hondo.

Repito mentalmente:
Todo está bien, yo estoy bien,
me merezco estar bien…
Puedo superarme y mejorar…

Agradezco que un nuevo día
comience
con sus luces y sus sombras.

Me incorporo o al menos lo intento,
aunque crujan mis bisagras
y la gravedad y la inercia
me conminen a recostarme
de nuevo.

Primera visita al aseo,
el agua deliciosa,
acariciadora,
me despierta del todo,
el jabón me da la mano,
el espejo me devuelve
un rostro nuevo,
fluyen con alivio y sin decoro
mis necesidades urinarias
y mis funciones intestinales
hasta no sé dónde
por el sufrido inodoro.


Llega el momento del ritual
del primer café
edulcorado con miel,
saboreo el pan tostado,
y algo de fruta.

Mis sentidos se van despejando,
mi cuerpo se alerta,
mi mente atenta
me dicta el siguiente paso.

Dejo que el reloj abrace
mi muñeca y marque
los tiempos de mis tareas.
Sitúo un par de pendientes
en los lóbulos de mis orejas
y ajusto alrededor de mi cuello
aquel collar celta
que me regalaste
y que me impele a continuar
la espiral vital iniciada…
a pesar de los óbices,
con o sin mi aquiescencia.

Mi consciencia avivada
disgrega el dolor,
despeja la grima,
desoye el teléfono,
desconecta la inquina
a la ira pone término
y al miedo lo esquina.

Es época vacacional
y con calma decido
asomarme al sufrido
trajín externo.
Voy preparando
las ropas del día:
hoy toca vestirse escueta
y de azul…

Pulverizo perfumes
estimulantes
sobre mi carne,
fragmento los deberes
cargantes
y sigo adelante
aunque me salpiquen
las bajas energías
que pretenden fagocitarme…

Siempre tengo en mi almaZen
antídotos disipantes
que condensan el sufrimiento
con algún atenuante
que a seguir me incentive
con Alegría y equilibrio,
sin recelo ni temor
a la altura ni al declive,
siendo leal al Amor
y a la fiel Amistad proclive.

El ritual matinal
de este agostador mes
también acabará.
Disfruta lo que todavía HAY.
Valora lo que aún ES.