domingo, 5 de febrero de 2012

SOMBRAS Y TRANSPARENCIAS























La proliferación de la sombra

no conseguía ahogar

la transparencia del mundo.

Eugenio de Andrade

Hubo un tiempo en que jugar con mi Sombra era atrayente y divertido, una aventura en la que adentrarme sin demasiados riesgos, porque sabía con certeza y despreocupada convicción juvenil que el mundo oscuro no podía abducirme ni abarcarme totalmente si me limitaba sólo a asomarme sin pretensiones de investigadora de oscuridades.

Mi afán de conocimiento y nuevas experiencias, años después y a consecuencia de sinvivires prematuros, muertes definitivas, desenamoramientos, desplantes, ilusiones esquivas, resbalones, desarraigos, corazonadas descorazonadoras, olvidos premeditados, ocupaciones alienantes, despidos imprevistos y rotundas soledades me inclinó a desembocar en sombríos deltas y a sentir las opacas certezas que ensombrecen la vida y oscurecen el Alma.

La Sombra cobró protagonismo. Mis demonios particulares acosaron mi descanso, asombraron mi día de catastrofismos y despertaron la más negra de las expectativas...

La Luz esperó, paciente, su momento. Agazapada entre aforismos, envuelta en escuetas transparencias, con la naturalidad de cada amanecer, aparecía cada día diluyendo la Sombra sin esfuerzo ni raras artimañas. La fuerza de las más bellas palabras, la energía de los más bellos sentimientos, el poder de los espontáneos gestos, el solidario e inesperado abrazo de esperanza reavivó el fulgor que parecía mortecino y adormecido.

La Luz aparecía por sorpresa, adivinándose en las páginas de un libro, en las frecuentes lecturas, en los acordes de una melodía recordada o escuchada, en la palabra amable de quien menos lo esperaba...

Cuando recibía tu llamada de vez en cuando la Luz permanecía durante varios días a mi lado.

Si coincidíamos en un lugar, una fecha, una hora... entonces la realidad de tu presencia, la promesa de tu mirada, la elocuencia de tus silencios y el fluido de tus palabras irradiaban su influencia hasta desvanecer cualquier atisbo de Sombra insospechada.

Mi afán de adquirir nuevas experiencias e inusitados conocimientos no siempre me reportó los resultados que esperaba. Con la misma pasión con la que antes leía y asimilaba nuevas ideas quería yo vivir la vida que se asomaba página a página en los libros que iba eligiendo con la sempiterna sensación de estarme destinados en ese preciso momento, a mí y a los que como yo andan buscando siempre respuestas a las eternas preguntas.

De vez en cuando alguno de estos libros me inspira escritos espontáneos como éste, donde se vislumbra un destello de esperanza, algo dentro, en las honduras de mi Alma, se enciende como una luciérnaga interiorizada con Luz propia capaz de ahuyentar y disipar por momentos tanta Sombra en forma de desamor, atropellados desencuentros, desarraigos, precipitadas mudanzas, relaciones mezquinas e interesadas y amistades corrompidas por malentendidos y exceso de celo.

Quien haya experimentado una de esas largas Noches Oscuras del Alma sabrá de lo que estoy hablando.

Si consigues sobrevivir a la angustia de esas eternas Noches, ya nada nunca será lo mismo. Ningún gesto amable pasará en vano, agradecerás infinitamente la brisa acariciadora que refresca tu ardiente confusión, querrás grabar en tu mente la sonrisa espontánea que te dirigió cualquier semejante que se cruzó en tu camino, cada movimiento que hagas lo harás con alegría comprobando cómo tu cuerpo es grácil y flexible y cómo aún sigue respondiendo a pesar de las averías vitales, sentirás gratitud por los “buenos días” que un desconocido te acaba de desear y querrás telefonear a alguien que no esté ocupado, trabajando, durmiendo, comiendo, comprando, paseando, olvidando o muriendo para decirle que sigues viva, que te gustaría compartir momentos de luz y felicidad pasajera con esa persona, que una llamada suya basta para sanarte, que el perdón alivia más que el Ibuprofeno, que el Amor cura la depresión con más efectividad que la Paroxetina, que un abrazo amistoso minora la ansiedad más que una tortilla de Lexatín, dónde va a parar. La bondad incondicional es la mejor fórmula para la concordia, la armonía y la paz.

Has dado un gran paso. Has aceptado tu Sombra, la estás integrando y ahora admites que forme parte de ti sin quejarte demasiado, sin que moleste su contundencia, sin que asuste su negro y opaco poder. Sí, aunque sigas cojeando, realmente es un gran paso que te permite avanzar lenta pero segura por un camino inesperado.

Meditas qué dirección seguir ahora, qué camino has de tomar.

Debes divulgar tu “Descubricuento”. Muchos creen haberlo leído ya, saber cómo empieza, conocer cómo acaba. Pero yo sé que hay alternativas, tan evidentes que pasan desapercibidas y no se tienen en cuenta por su simplicidad. El giro inusitado puede consistir precisamente en no asombrarse con la Sombra, en reconocer nuestros errores, en perdonar y perdonarnos las faltas, en reflexionar sobre todo lo que tenemos y no en lo que nos falta, en valorar más lo que no se puede ver ni vender ni comprar.

Se puede ser feliz. Se puede eludir el sufrimiento. Podemos convivir y compartir sin problemas si la voluntad decide que es lo mejor para sortear nuestras egocéntricas crisis y nuestra aislante desconfianza.

Me apunto a la Solidaridad sin condiciones. Espero que nunca se pase de moda sentirse bien al ayudar y al dejarse ayudar salvando orgullos, vergüenzas y altivas soberbias.

Soy mi mejor amiga. Ahora que me acepto, admito la diferencia de los demás con más facilidad y me he vuelto más comprensiva, atenta, cariñosa y abierta...

Aún me queda mucho por desaprender, sentir, conocer y reciclar...

Incluso logro parar mis pensamientos cuando se dispersan demasiado, logro acallar el griterío desesperante de mi propia conciencia... Me perdono por mis omisiones y por mis faltas.

Miro mis transparencias y minimizo mis ansias. Bato las sombras y todo se aclara...

Mi partes umbrosas y luminosas se funden y complementan.