miércoles, 21 de enero de 2015

ODA A LA LIBERTAD. EL CORO MÁS GRANDE DEL MUNDO.


                                                                                           





                                                                                                                 

UN NUEVO DÍA. ODA A LA ALEGRÍA.

     Esta “Oda a la alegría” de Ludwing van Beethoven está dirigida por un meritorio director japonés con un estilo asombroso que está al frente de un prestigioso coro, disciplinado y multitudinario, organizado con la perfección y la impecabilidad niponas que difícilmente pueden plagiarse y de unos músicos sobresalientes.

         Notas excelsas, composición rememorada, melodía reconocida.
Voces al unísono, todas valiosas, todas notables, todas brillantes.
Diez mil timbres distintos, unos gruesos, otros delgados: Señero el tenor,  oscuro el barítono, la mezzosoprano suprema, distinguida la contralto. Decisivas las voces femeninas, prominentes las masculinas. Ilustres las voces seniles, inocentes las voces infantiles. Revitalizadoras las juveniles, insignes las adultas. Voces blancas, voces negras. Cada una única, incomparable, necesaria.

Ensayo tras ensayo, todos los músicos acuerdan orquestar una versión sublime del “Canto a la alegría” dirigidos por la armónica pericia del director de orquesta.
El concierto emociona, estremece. Si no fuera por la esperanzadora Música…

La denostada y resiliente Europa ha hecho de esta oda su himno como espoleando con brío sus comunes valores, intenciones y desafíos.
La versión nipona hace de esta composición de Beethoven un canto a la integración, a la diversidad y exalta la posibilidad de entendimiento y cooperación entre todos los seres humanos con altura de miras, con conciencia integradora y convicción de pertenencia al grupo.

Este coro, reunido en un estadio, es un símbolo de la superación, de la certeza y de la solidez de la que son capaces muchas personas cuando se ponen de acuerdo con un objetivo común.

El coro más grande del mundo es la Humanidad, y por utópica que sea mi reflexión, aún creo que OTRO MUNDO ES POSIBLE si nos coordinamos, ensayamos, practicamos, reinventamos, nos autodisciplinamos y participamos en el concierto vital en armonía y sabiendo que la batuta que nos dirige sólo nos coordina sin querernos doblegar ni dominar.